Libertad Morán
Una noche más nos cuenta los avatares y sinsentidos del día a día de
Ruth tras dejar a Sara, a la que todo el mundo consideraba como la mujer
perfecta para ella. Pero la historia no se queda ahí, en la mera
narración del descenso a los infiernos de la heroína de esta trilogía,
sino que dibuja con trazo preciso el microcosmos particular de las
personas que rodean a ambas, ahondando en sus problemas, miedos, dudas e
incertidumbres.
La sutil disección del amor y la dificultad de
mantenerlo se deja ver en momentos como este: “¿Qué hace que nos
enamoremos de las personas? ¿Qué estúpida sustancia química segrega
nuestro estúpido cerebro para que consideremos extraordinario a alguien
que no pasa de mediocre? El amor es un chute, no un acto racional.
Muchas veces encontramos a personas que parecen perfectas, hechas a
nuestra medida. Con intereses, gustos, caracteres parecidos a los
nuestros. Afinidad lo llaman. Sin embargo no nos enamoramos. Puede que
hasta nos resulten indiferentes. En cambio sucumbimos a personas con las
que no tenemos nada en común, con opiniones y modos de ver la vida que
no encuentran eco en nosotros. Que, incluso, son diametralmente opuestos
y nos llevan a caer en conflicto con nuestros propios principios. Pero
nos enamoramos sin remedio. (…) Es irracional. Es químico. Pero también
psicológico. O simplemente una dependencia tan absurda y atroz como la
que se tiene con una droga. Nos mata poco a poco y con saña pero no
podemos prescindir de ella”.
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